6 de marzo de 2014

Personal Soldier - Capítulo 11

La mañana se hizo presente a través de fuertes rayos sol que se internaban escurridizos dentro de la habitación. Me había tomado bastante tiempo reconocer en donde estaba… y con quién.

Me debatía entre bajarme de la cama sin importar que Jay se despertara, quedarme y hacerle un desayuno igual a los que solía hacerle o simplemente irme sigilosamente y dejar una nota sobre la mesita ratona.

No tuve tiempo para hacer ninguna de las dos porque cuando traté de moverme con cuidado, para vestirme y regresar a mi casa, Jay abrió los ojos y me sonrió radiante.

“Buenos días” musitó con voz rasposa, la que siempre solía tener en las mañanas. Yo le ofrecí una pequeña sonrisa de lado y cuando traté de salir de aquel embrollo que eran las sábanas, pude ver la cara de Jay transformándose de una sonrisa, a una mueca de dolor. “Dios, ¿qué estoy haciendo?” murmuró mientras pasaba sus manos por su cabello. “Me prometí a mí mismo que no me metería en tu vida, no quiero hacerlo. ¡Estas casada, Dios!” aun farfullando palabras para él mismo, tomó mi ropa – la cual había sido colgada cuidadosamente en el respaldo de la silla que se encontraba en el cuarto – y me la alcanzó. “Tienes que irte, Camila. Esto no puede volver a pasar ¿me entiendes? No puede. Nuestra relación ya… ya no es lo mismo que era antes y… ¡no pude volver a pasar!”

“¡¿Dios, Jay, qué demonios está pasando?!” pregunté algo exaltada. “¡Ni siquiera tuvimos sexo, no es necesario tal alboroto! ¡Actúas como si dormir conmigo fuera la peor decisión que hubieras podido tomar en toda tu vida!”

“¡Quizás lo fue!” Exclamó él, y ¿qué demonios estaba pasando aquí? Porque si mal no recuerdo, era él el que me había rogado que pasemos la noche juntos. Haciendo un sonido de exasperación, tomé mi ropa y me dirigí al baño, dispuesta a cambiarme lo más rápido posible.

Los minutos siguientes en los que tomé mi bolso y le pedí con la mirada que abriera la puerta para dejarme ir, fueron incómodos. Jay me miraba como si quisiera decir algo pero no pudiera encontrar las palabas adecuadas para hacerlo. Toda la situación en general había sido confusa y yo continuaba sin entender qué lo había llevado a tener tal reacción. ¿Acaso me odiaba por haberle ocultado a nuestro hijo que él era su padre? Tendríamos que hablar de eso pero… no podía hacerlo, no después de todo lo que había pasado la noche anterior.

“Camila yo…” comenzó, pero se detuvo a la mitad de la oración, como si buscara algo mejor que decir “Solo… lo siento, ¿sí? Dormir contigo no… fue la peor decisión. Necesito… necesito tiempo.” Suspiré mientras asentía con mi cabeza y di un paso fuera de la habitación.

No voy a mentir y decir que no estaba esperando que me fuera a buscar y me dijera que aún me amaba, pero estaba casi segura – 100% segura – de que eso no iba a ocurrir, así que ¿por qué seguir ilusionada?

Metí las llaves en el arranque del auto y conduje hasta la casa en silencio. Todavía tendría que enfrentarme con Max y esta vez trataría de resolverlo. Si Jay no quería estar conmigo porque yo ‘’estaba casada’’ entonces tendría que actuar como una esposa y tratar de resolver las cosas con mi marido.

La puerta de entrada crujió cuando la abrí. Max se encontraba en el sofá, leyendo lo que parecía ser un periódico.

“Michael está en su habitación, aún duerme. La madre del marine-Maureen lo trajo hace unos minutos.” Asentí con mi cabeza y tomé asiento a su lado. Él suspiró profundamente “¿Pasaste la noche con él?” me preguntó, y yo ya estaba comenzando a sentirme irritada. ¿Con qué derecho iba a cuestionar con quién pasaba o no la noche cuando él me había engañado en mi propio hogar? “No te culpo, si yo fuera tú también querría divorciarme. Solo… te pido que lo consideres. Sé que… a veces soy un idiota, no, no, no ruedes los ojos, tienes razón, soy siempre un idiota, pero quiero cambiar. Cuando te vi en esa puerta yo…espera, tengo algo para ti.” Fruncí el entrecejo y esperé mientras Max se paraba e iba escaleras arriba. De manera acelerada bajó y me entregó un pequeño paquete, envuelto como un regalo. “Me sentía una mierda y sentía que no podía disculparme sin darte algo”

Mientras abría el paquete, mi corazón se aceleraba. Un hermoso collar se encontraba dentro de un estuche de gamuza roja. El pequeño dije tenía forma de corazón, y era brillante pero discreto. Con una sonrisa, lo miré directo a los ojos.

“Max, esto es hermoso” le comenté. Parándome, Max tomó el collar y se decidió a ponérmelo. Acariciando la piel de mi espalda con sus frías manos.

“Estoy feliz de que te haya gustado-” Iba a continuar, pero antes de que pudiera desperdiciar sus palabras, lo detuve.Cambiando mi sonrisa cínica por una mirada fría, le respondí.

"No pienses por un segundo que esto va a arreglarlo todo”con filo en mis palabras, y subí las escaleras para chequear a Michael.

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