4 de noviembre de 2012

Fic 2: Capítulo 3.



Luego de llevar a Mike al colegio y despedir a Max antes de irse al trabajo, Camila decidió organizar su casa, que estaba algo desordenada. 

Fue a su habitación y quitó todo lo que había dentro de su armario para luego decidirse a doblarlo todo prolijamente. 

El silencio la estaba volviendo loca. Los recuerdos de Jay la estaban sacando de sus casillas. Dentro de algunos días se cumpliría un año más de su ausencia y claramente estos días no la hacían feliz. Todavía no podía aceptarlo y, lamentablemente, creía que nunca lo haría. Ver a Mike coloreando un dibujo, colocando cara de concentración le daba ganas de llorar porque lucía igual a Jay. Su risa, sobre todo cuando se carcajeaba, era idéntica. Y eso dolía, ¿pero que podría hacer? ¿pedirle a su hijo que dejara de reír y concentrarse porque simplemente ella no podía seguir adelante con su vida? Era ridículo. Incluso quiso hablarlo con un psicólogo, pero Max la había catalogado como 'débil' ese día y estuvieron una semana entera sin hablarse. 

Cuando el reloj marcó las 5 de la tarde, Max abrió la puerta de su casa, dejó su maletín, su corbata y sin saludar a su mujer se dirigió otra vez a la puerta. 

-¿No planeas saludar? ¿A donde vas?- preguntó Camila preocupada
.-Oh, tengo... ¡una reunión, eso, claro! y es importante que vaya- contestó agitado y gesticulando raramente.
-¿Reunión de negocios? Oh... ¿no vas a llevar corbata? - mantuvo la ceja en alto en señal de sospecha.
-Es que... no es tan importante, ¿sabes? es más bien... informal- ella se dio media vuelta y cerró la puerta fuertemente tras de sí.

<<Reunión de negocios>> se repitió a sí misma <<¿Piensa que soy idiota?>> Camila sabía con claridad que Max no le era fiel. Ella era solamente la esposa que debía tener para presentar una imagen de buen padre de familia con una excelente formación.

¿Cuántas veces había olido perfume a mujer en su camisa? ¿Cuántas veces le había visto marcas en el cuello que ella no le había dejado? Y no se podía olvidar jamás de la vez que lo vio con su secretaria. No había dicho ni una palabra, fingió como si no lo hubiera notado y le habló normalmente. Desde ese día jamás había vuelto a poner un pie sobre el estudio de Max, temía encontrarse con alguna otra escena como esas.

A eso de las 5 am, su marido regresó. Silenciosamente dejó su saco sobre el pequeño sillón rojo que se encontraba en el cuarto y se quitó su blanca e impecable camisa colocándola sobre el edredón color carmesí. 

-¿Como te fué en tu reunión de negocios?- preguntó Camila tomando una postura sentada. Incluso mientras se restregaba los ojos podía sentír la furiosa mirada de Max sobre ella debído al alto grado de sarcasmo que se escondía en esa pregunta.
-Excelente- replicó él guiñándole un ojo. -¿Como te ha ido cuidando a Michael? ¿Te divertiste?- eso terminó de destruir el pequeño ego de Camila. Le recordó que mientras él estaba haciendo el amor con su secretaria, o con su compañera de trabajo, o con una simple prostituta, ella estaba allí cuidando a su pequeño hijo que no dejaba de preguntar por un padre que no era su padre de verdad.
-Eres un idiota. Siento asco por tí- escupió las palabras sin medir las consecuencias. 
-Claro, ¿no? sientes asco por mí pero no por mi dinero. - Camila tragó saliva - Recuerda, corazón, que ninguno es mejor que el otro. 
-Por lo menos yo no te engaño - contestó enojada pero manteniendo la cordura. - Y si lo hiciera tendría la decencia de ponerme perfume para que no notaran mi olor.
-YA BASTA - gritó Max - CON MI VIDA HAGO LO QUE QUIERO, MUJER. TE DOY CASA Y COMIDA, ¿NO ES SUFICIENTE? 
-HABLAS COMO SI TE HUBIERAN OBLIGADO A CASARTE CONMIGO. - rompió en llanto - Hazme un favor y vete a dormir. No quiero despertar a Mi...
-¿Mami? - una pequeña cabecita rulienta se asomó por la puerta - ¿Qué pasa, por qué lloras?
-Oh, Mike. Ven, vamos.

Tomó al pequeño de la mano y bajaron juntos las escaleras. Así se sentaron ambos en el sillón, ella con un té y él con una taza de leche caliente.

-A veces, Mike, los adultos pelean, pero eso no significa nada. Las cosas se olvidan pronto- fingió una sonrisa y Mike la miró.
-No me gusta que llores, mami- El pequeño dejó su taza sobre la mesilla del comedor y se abrazó a su madre fuertemente- Ya se arreglaran las cosas con Papi- concluyó y con su pequeña manito limpió sus lágrimas. 

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