2 de diciembre de 2012

Personal Soldier: Capítulo 5.


Me desperté en el sofá de mi sala de estar siendo escrudiñada por un par de ojos curiosos con el celeste mas intenso que había visto en toda mi vida.

- ¿Cómo estas? – preguntó con voz calma mientras me ofrecía un vaso de agua y se paraba de donde estaba sentado – Tendría que haber pensado que esto sucedería, la cosa es que…

Antes de que pudiera terminar con su frase, me levanté repentinamente y me arrojé a sus brazos. Respiré su perfume, acaricié su cabello, rocé con la punta mi nariz todo su cuello. Sus firmes pero temblorosos brazos dudaron en corresponder a este brusco encuentro, pero sin embargo lo hicieron, acariciando mi espalda desde abajo hacia arriba.

Mis pies se elevaron en puntitas y quise besarlo, pero él se alejó.

- Oh oh, espera un momento. Estas casada ahora – murmuró por lo bajo y clavó su vista en el revestimiento de las paredes.

- Jay – mi voz se quebró antes de lo previsto mientras tomaba su cara en mis débiles manos – estuve esperando este rencuentro por 7 interminables años. En realidad, ni siquiera lo esperaba. ¡Estabas muerto! ¡Muerto! Y yo no quería estar sola y…

- Sh, sh, calma – me susurró mientas volvía a estrecharme entre sus brazos y apoyaba sus labios sobre mi cabello – no he venido a reprocharte nada, solamente quería saber… saber como te encontrabas.

- Podrías haberme llamado, ¿Cómo es que nadie me avisó esto? – intenté tomar aire y tranquilizarme.

- Yo le he pedido a mi madre que no te diga nada, quise sorprenderte pero no pensé que te desmayarías al verme.

- Simplemente… se sentía irreal. Se siente… irreal – contorneé con mi dedo índice la línea de su mandíbula y Jay se estremeció ante aquel contacto.

- ¿Qué…? ¿Qué te sucedió en la mejilla? – me preguntó rozando una de las heridas que allí había.

- ¡Ay! – exclamé – nada, simplemente tropecé sobre algunos vidrios, pero no es nada grave.

- Aún hay vidrios en el interior de la cortadura, Cami – esto último, el apodo, lo dijo dudando - ¿Aún te dicen así?

- Solo tu madre de vez en cuando – sonreí… para no llorar.

En silencio, Jay se encontraba parado frente a mí retirando algunos trozos de vidrio de mis heridas. Yo me encontraba sentada en la mesada de la cocina. Comentó que había aprendido un poco sobre curación mientras estaba en la marina y que sería mejor que me quitaran las esquirlas porque podría infectarse. 

Cuando finalizó con esas heridas, le mostré las de la mano y el rio.

- Sigues siendo un imán para las caídas, ¿verdad? No ha cambiado.

- Podría decirse que es una de las cosas que se ha mantenido con el tiempo.

- No creo que se solucione – dijo divertido y en curvo una sonrisa hacia el costado.

- Tu sonrisa tampoco a cambiado – dije yo, y nuestras miradas se cruzaron. Se me erizó la piel ante el frío contacto de su mano con la mía.

- Bien, ya… ya está – dijo titubeando – Todos los pequeños restos de vidrio han sido retirados, solo queda colocarte una venda en la mano y en la mejilla y… estará listo.

- ¿Jay? – dije mientras lo veía dirigirse otra vez hacia el comedor. Él se volteó instantáneamente – Gracias.

- Siempre es un placer – dijo y rió.

El sonido de su risa me trajo recuerdos. Recuerdos de nuestra vida como novios, recuerdos de nuestros meses de casados. Momentos en los que fui verdaderamente feliz.

Caminé silenciosamente hacia donde se encontraba Jay, que miraba atento a su alrededor. Me contó vagamente que había hablando con su madre y ella le había dicho donde encontrarme. También habló sobre otras cosas, pero yo estaba demasiado ocupada perdiéndome en sus ojos que realmente no podía escuchar. Solo observaba el delicado movimiento de su boca para pronunciar cada palabra.

De repente, cuando me percaté de la realidad, Jay estaba mirándome fijamente con una mueca graciosa en su rostro.

- ¿Todavía no te lo crees, verdad? – mi expresión facial debió causarle mucha gracia, por estalló en una carcajada audible a 20 km a la redonda.

- Bueno, me dijeron que mi marido había fallecido, esto hace siete años ¿Cuáles eran las posibilidades de que regresaras de la muerte? – soltó una pequeña risa, pero la felicidad no llegó a sus ojos – Jay, pareciera que no te dieras cuenta de lo que esto significa para mí.

- No tiene que significar nada. Simplemente tienes que alegrarte porque volví y… y nada más. Has formado una nueva vida, seguiste con tu familia y esto está bien. No quiero que me aceptes en tu vida de nuevo, no estoy esperando que lo hagas, ni que dejes a tu nuevo marido – los músculos de su espalda se tensaron.

- ¿Y que pasa si quiero hacerlo?

- No voy a dejar que lo hagas. Que tires por la borda todos los años que llevan juntos solo por mí – el llanto brotó de mis ojos otra vez.

- Mi vida a sido una miseria sin ti, James. No me pidas continuar con ella. ¿Y que pasa si tú sigues una nueva vida, qué pasa si encuentras una nueva pareja? ¿Cómo voy a sobrevivir a eso?

La puerta principal se abrió mostrando una pequeña cabecita con rulos y a una mujer que irradiaba felicidad.

- ¿Mami, quién es él? – preguntó Michael observando a su padre.

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