14 de diciembre de 2012

Personal Soldier: Capítulo 6


Se quedó muda.

Los pequeños piecitos de Mike se movían a través de la sala, que también se movía. Por un momento creyó que iba a desmayarse nuevamente, pero el poco sentido común que le quedaba le ordenó que se quedara quieta y que tratara de explicarle a su pequeño hijo de 6 años, quién era él.

- Soy Jay - dijo él, y le sonrió ampliamente. - Un... amigo de la familia.

- Oh... yo soy Mike - le dijo y se acercó lentamente hacia él. Acto seguido, se aferró fuertemente a Camila.

- No le agradan mucho los desconocidos - dijo ella curvando una pequeña sonrisa.

Camila estaba segura que ese había sido el peor momento en la vida de ambos. Jamás se le cruzó por la mente que Jay volvería, por lo cual nunca había hablado demasiado sobre el padre de Michael. Lo único que el niño sabía era que Max no era realmente su padre y que su padre real se había ido hacía mucho tiempo.

Con voz temblorosa, Jay compartió una diminuta charla con Mike, que luego se fue a su cuarto. Era totalmente visible que Jay no se encontraba bien. Ni bien Michael se fue del cuarto, su sonrisa desapareció fugazmente.

- Deberías haberle dicho de mí - fue lo único que dijo antes de retirarse rápidamente de la casa, sin darle chances a Camila de explicarse. Su madre se fue tras él.

Lentamente, fue dejando caer a su cuerpo sobre el sillón y dejó salir todo el llanto silencioso sobre un almohadón  para acallarlo más. Así la encontró Max cuando llegó. Se quitó su abrigo azul oscuro, lo colgó en un perchero y cuando estaba a punto de subir las escaleras, oyó su débil sollozo.

- ¿Camila, estas llorando? - preguntó cuidadosamente. Al no recibir respuesta, se acercó a ella y se sentó a su lado. Tomó sus manos y apartó el cojín de su cara.

- Estoy bien, Max.

- Si eso es estar bien, no quiero imaginar lo que es estar mal para tí. ¿Qué ha pasado? - Max colocó su brazo al rededor de la cintura de Camila y clavó sus hipnotizantes ojos en los de la muchacha.

- Solamente... solamente necesito un abrazo, pero sé que es algo que no puedo pedirte a tí.

En un abrir y cerrar de ojos, ambos brazos de Max la estaban rodeando. Con su mano derecha acariciaba su cabello y con su mano izquierda, trazaba dibujos en la espalda de Camila.

- Me... me haz atrapado con la guardia baja - musitó ella, y se hundió en ese profundo abrazo lleno de... ¿lleno de qué?

Luego de su estadía en los brazos de Max, se sintió aturdida. Comenzó a comprender que quizas era ella la que no le daba lo que él necesitaba y comprendió, también, que quizá fue ella la culpable del inevitable distanciamiento entre ambos.

¿Cuantas noches había estado con Max, mientras pensaba en Jay? ¿Cuantas veces había acariciado su ronstro, deseando que James estuviera en su lugar? ¿Y acaso eso era justo? Ella sabía la respuesta, y esa respuesta era no.

Era consciente de que Max jamás había sido el mejor esposo, pero se esforzaba por mantener a su familia. Y probablemente si ella se hubiera esforzado por hacer que Max tuviera una mejor relación con Michael, él lo querría de la misma forma que Mike lo quería.

Mientras caminaba por el pasillo dandole vueltas al tema, llegando siempre a la misma conclusión, el ruido del agua de la regadera la sacó de sus pensamientos. Unas firmes manos la tomaron desprevenida y la introdujeron al cuarto de baño.

- ¿Qué te parece si cuidamos al medio ambiente? - dijo Max acariciando su cintura.

- ¿De.. de qué me estás ha-hablando? - tartamudeó ella. Tragó saliva sonoramente mientras sus músculos se tensaban.

- Hablo de darnos un baño juntos - susurró cerca de su oído. La suave voz de Max hizo que se le erizara la piel -  Vamos, no estes tan nerviosa. No es nuestra primera vez. - dijo y rió mostrando esa sonrisa que la hacía divagar.

Lentamente él se deshizo de su remera, besando sus hombros y haciendo un recorrido desde su clavícula hasta el lóbulo de su oreja. Luego, se concentró en su boca. El beso fue apasionado, largo y bajó todas sus barreras, por lo menos por esa noche. Max recorrió su boca con la lengua, trazando cada uno de sus rincones, saboreando su brillo labial de cereza.

 - Me gusta la cereza - volvió a susurar con voz de terciopelo y ese fue el momento en el que se rindió.

Envolvió el cuerpo de Max con sus piernas y continuó besándolo con fervor. El pecho de Max subía y bajaba, acompasado con el suyo.

- Espera a que estemos bajo el agua - le dijo él con una leve sonrisa, y la llevó hacia la ducha caliente.

- Max, todavía tengo ropa puesta - dijo Camila en un quejido.

- Es hora de que te desagas de ella - comentó, y se deshizo de sus propios boxers.

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